La historia de un árbol

El árbol que plantamos con el equipo de Activamente tiene una historia que recordamos porque nos emociona.

Es un samu’û. ¿A quién no le gusta el samu’û? Con su forma pintoresca, esa panza que nos recuerda a un abuelo, sus gruesas espinas, sus estrelladas flores. Se lo quiere por la sombra que regala en los días de mucho calor, pero también porque nos conecta con nuestra tierra, con nuestra patria, con lo que compartimos.

Llegó a nuestras manos en 2019, durante un trabajo de Activamente para un evento que reunió a muchas personas en torno a una idea importante: el Chaco integrado. Era apenas una pequeña plantita. Una promesa.

Vino a Asunción y, en otro suelo, tuvo que adaptarse al aire y la luz. Cabía en una bolsa de plástico y así fue, deambulando por distintos rincones de nuestro jardín.

La verdad es que no se salvó de sufrir. Cuando sacaba una hoja nueva, la pelota de los niños le caía encima. Cuando brotaba una ramita, alguien —sin querer— se la desgarraba. Lo trasplantamos a una maceta más grande, donde pudimos cuidarlo un poco mejor. Y luego… vino la pandemia. Ese tiempo que nos tocó a todos.

Un día, por alguna razón —tal vez por disgusto, tal vez por frustración de alguien que pasó cerca— el pequeño árbol amaneció con el joven tronco partido en dos. Inexplicable, pero real.

Con pocas esperanzas, lo llevamos al fondo del jardín, entre otras plantas que crecían con frescura. Y ahí, buscando cada día el sol, empezó a recuperarse. Se animó a sacar sus primeras espinas y a sobresalir con sus ramas. Fue creciendo de a poco, en silencio. Y un día, la maceta ya no le alcanzó.

Nos dimos cuenta que las raíces ya no le cabían y entonces hablamos de buscarle un lugar donde crecer de verdad, donde echarlas con libertad. Y el buen espíritu nos trajo hasta aquí, a Limpio. A esta tierra que le resulta familiar, que le despierta recuerdos de sus primeros días.

Hasta el traslado para llegar hasta aquí fue difícil para este árbol aguerrido. Viajó al descubierto, enfrentando el viento, y perdió casi todas sus hojas en el camino a este lugar. Pero llegó. Y hoy está aquí, con las raíces bien plantadas en tierra y ramas  peladas pero creciendo hacia el sol. Es decir, con esperanzas.

Este samu’û llega a su lugar, en un día tan especial como este, celebrando con nosotros no solo nuestra historia, sino sobre todo nuestra misión. Un árbol callado, valiente, persistente, que cuenta —por el simple hecho de existir— un poco de nuestra historia.

Es un árbol que seguirá luchando por existir pero que hoy rompe el cascarón,y al fin, empieza a crecer.


El 6 de junio de 2025, concluyendo la celebración de nuestros 20 años, inauguramos el primer Espacio para Conversar en el Centro de Espiritualidad Ignaciana de Limpio, y realizamos la plantación de un árbol valiente que simboliza nuestra historia… y la misión que elegimos seguir cultivando.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *